El programa —gestionado por un joven matrimonio de licenciados en Bellas Artes— y la postura de respeto a los valores etnográficos y paisajísticos de la preexistencia fueron los impulsores de la solución adoptada: por un lado, la estructura de madera de la cubierta alberga la presencia diurna de la familia como si de una barriga de ballena de un recuerdo de infancia se tratara; y por otro, la planta baja se entierra para que, al cambiar la altura libre interior, nada cambie en la silueta preexistente.

Además, para la ampliación se utiliza una relación cromática y material propia (la misma que presentaba la iglesia hasta que le realizaron el enlucido) procurando no acercarse mediante material opaco a la pieza base, salvo en la heredada adición pétrea a la que se le cambia la volumetría para, entre otros objetivos, resaltar su condición de añadido.